«Supe que Irigoyen había muerto porque él mismo me lo dijo».
Este cuento pertenece a mi libro La erosión de la tinta y otros relatos (2001) y es uno de los cuentos en que intenté trabajar un tema científico a través de la ficción. En este caso, algo sobre la física cuántica. Esta versión fue la publicada en la revista Punto de partida de la UNAM.